miércoles, 19 de agosto de 2009

Psiquiatra acosador sexual en el ISSSTE

Acoso a mujeres en un hospital.
Médico psiquiatra que manosea a las mujeres.

Ruby Betancourt Moguel

.Cuando tenía yo la dicha de tener un trabajo, mis ingresos eran lo suficientemente elevados para no recurrir a los servicios del ISSSTE y no quería yo pasar por el laberinto de trámites para inscribirme, ni tiempo para hacerlos. Cuando el irracional sistema político de México, por cambio de autoridades mayores, me pidió mi renuncia y se me asignó una pensión a todas luces insuficiente como para llevar una vida digna y dado el elevadísimo costo de los medicamentos, no me quedó más remedio que recurrir a esa institución.

Para mi sorpresa, los trámites no fueron engorrosos y con facilidad obtuve los servicios médicos. Me sorprendió la rapidez con la cual actualmente se atiende a los derechohabientes. Curiosamente, tiene uno que hacer una llamada gratuita a las oficinas centrales de México, donde le dan una cita para un día y una hora determinada con el médico familiar que le corresponde. Éste, una vez examinado el problema le receta los medicamentos que la farmacia de la institución le provee y para lo cual normalmente es necesario hacer una cola, pero la atención es tan rápida que normalmente en unos minutos ya tiene usted sus medicinas. Cuando el médico familiar considera que debe ser atendido por un especialista, lo refiere al médico correspondiente. Normalmente los especialistas no hacen esperar mucho al paciente. Yo tuve la suerte de ser asignada al Doctor Albornoz Cams como médico familiar, que es una persona puntual, amable y acuciosa. Pero resulta que mis males son de índole psiquiátrica porque sufro de una “depresión endógena”, en razón de que mi organismo no produce algunas sustancias necesarias para mi bienestar, sustancias que se adquieren con determinados medicamentos de los llamados “restringidos” que no proporcionan las farmacias normales.

Se me asignó al Doctor en Psiquiatría José Luis Cauich Soriano quien después de recibirme varias ocasiones y extenderme mis recetas, un buen día me pidió que pusiera yo la palma de mis manos sobre las suyas, las movió y acarició y me preguntó qué sentía y, la verdad, yo no sentía nada. Se puso de pié, cerró con llave su puerta y me pidió que yo pusiera mis manos primero sobre sus hombros y luego sobre su espalda. Eso me sorprendió, pero como ahora se han descubierto algunas formas de terapia que consisten en tocar determinadas áreas o en colocar agujas en los tratamientos de acupuntura, de momento pensé que podría tratarse de una nueva técnica. El doctor me tocó los hombros y fue bajando sus manos por mi espalda a medida que se acercaba a mí hasta que su cabeza quedó pegada a la mía. Sentí yo su respiración acelerada en mi oído y, entonces, me separé de él. Fue algo bastante desagradable para mí que soy una mujer de edad mayor. Imagínese usted amable lector o lectora, lo que ocurre si una jovencita con problemas emocionales es sujeta a semejante vejación, seguramente más agresiva si la muchacha no se sabe defender. Un paciente asiste a consulta con un psiquiatra porque sufre de algún mal emocional y, si a su problema se le añade el ser manoseada, en el mejor de los casos, ¿Cómo va a salir de la consulta? Pues por supuesto que en peor estado. Es una irresponsabilidad imperdonable que resta credibilidad y prestigio a la institución en su conjunto.

Unos días después me reuní con un grupo de amigas de la secundaria y les conté lo que me había sucedido y resultó que a una de ellas le había ocurrido lo mismo. Tengo conocimiento, porque me lo ha comentado un psiquiatra privado, que el Doctor Cauich tiene esa costumbre o enfermedad o llámele como usted quiera. Yo recurrí al Director del Hospital, el Doctor José Iván Aguilar Vivas, excelente médico y persona, quien me dijo que ya había recibido quejas de la misma índole pero que ninguna de las mujeres se atrevía a ponerlo por escrito. Entonces yo le dirigí una carta describiéndole la situación. Desgraciadamente numerosas instituciones están sujetas a las argucias e inmoralidades de un sindicato, lo que no les permite a los directivos remediar graves situaciones. Este caso es verdaderamente grave y requiere de un remedio inmediato. Si el Sindicato no permite que el Doctor Cauich se jubile, pues por cierto ya tiene el número de años y la edad para hacerlo, estoy segura de que muchas mujeres que nos encontramos aquí en Mérida y que luchamos por la igualdad y el respeto a las mujeres, haremos oír nuestra voz para que no continúe ese abuso.

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